Por Emanuel Donati
Con el cielo empapado de sangre color celeste rendís tus
cuentas de hambre a un capricho robado. No
entendés, no pensás, sólo ardes ante las coronas color negro.
Con tus ojos en compota, nada dulce lo soñado.
Con tu bilis, con tu hígado,
tu estómago enredado.
Con la fiebre en la cabeza, los dientes tiritando y tus pies
en la tierra acarician suelo helado. No
crees ni en el Dios que te han mandado.
Con manchas de pecado en tu saco color indecoroso, y con resabios
de carne humana en la mirada. Ni el histriónico
amo te ayuda a dar batalla.
Con olor a pólvora en la piel.
Con todos tus deseos de volver, aunque tus huesos se muelan polvo
en algún Atlántico atardecer.
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