martes, 17 de abril de 2012

Curvas Peligrosas



Por Emanuel Donati

Irrumpí en su baño como una tempestad y cerré muy fuerte la puerta. Oí sus apurados pasos detrás de mí pero no la dejé avanzar, necesitaba calmar mi taquicardia.

Clave mis ojos frente al espejo y vi mis ojeras punzantes caer hasta golpear mis pómulos. Abrí la canilla de agua fría, rápidamente coloqué mis manos bajo el imperioso chorro y salpique mi remera color rosa.

Tomé la toalla y sequé mi rostro apretando muy fuerte, deseando que mis gestos queden plasmados en el verde algodón.

Me senté en el inodoro a pensar unos segundos. Me preguntaba que palabras servirían para dar el primer paso. Junto a mi mano derecha, rendida contra un azulejo, encontré su shampoo; su etiqueta me avisaba que era para “Curvas peligrosas”.

Me sentí un poco desorientado, pero al fin pude salir del baño con calma y un paso cansino. Ella me esperaba sentada en un bajo sillón, con sus piernas cruzadas, fumando el cigarrillo de la impaciencia.

La media hora nos sorprendió en su cama, desecha y fuera de sí. Noté sus oscuros bucles acariciar sus sinuosas caderas y ante el reflejo de una ventana mis ojos espiaban su sensación.

Los días nos sorprendieron juntos en el mismo café de la mañana. Noté sus delicados gustos por sobre mis elementales opciones.

Los meses nos sorprendieron juntos en los gritos de las noches. Noté sus enérgicos disgustos por sobre mis indecisiones.

Los años nos sorprendieron juntos avanzando a la muerte. Noté sus curvas peligrosas por sobre mis baches que ya no puedo manejar.  

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