domingo, 22 de abril de 2012

La daga



Por Emanuel Donati 


Me habita la impaciencia de ser el honor de tu ejecución.

Me aburro en tu pared, verde, fría y maltratada por la humedad.

Tu rostro obsceno se refleja en mi seductor acero.

El dolor en su piel es mi único anhelo.  

Quiero que me tomes, con tus manos pálidas de miedo.

Quiero ser el corte que ponga fin a tanto desprecio.

Delicada y punzante, con mi puño de nácar.

Protagonista de tu locura, que no puedes controlar.

  

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