sábado, 10 de abril de 2010

El placebo del espejo



Por Emanuel Donati

Sí mal no recuerdo fue mi madre la que me incursionó en la mentira. Me dijo que yo era un niño bonito y le creí. Grave error… De ahí nunca más se vuelve.

En adelante es como verse a un espejo, saber que uno está engañado, pero no poder hacer nada con esa imagen.


Creerse amo de las aguas inflama el pecho, pero por lo general la naturaleza abisma, y contra ella no hay barco que navegue. Sabe bien de esto aquella flor de junquillo.

Sacar la cabeza del charco es un logro para celebrar, sin duda. Pero advertirse de que vamos a salir con la cabeza húmeda aclara el panorama en adelante. Uno no elige ser bautizado, pero preguntarse porque lo hicieron no viene nada mal… Llega un punto en que no sirve de tanto creerle al otro, y valdría más la dolorosa pena, creer y crecer por uno mismo. Mucho que ver con un sismo.


Ahora hago marcas en la pared… fui yo mismo el líder de mi política. Pero tampoco quiero que sea otro quien encabece la revolución. Quienes quieran alistarse, serán bienvenidos… pero recuerden que todo animal político creció en el engaño…

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