miércoles, 27 de octubre de 2010

El Hocico en Berlin

Por Emanuel Donati

Bajar de un tren y entumecer la vista por la inmensidad.

Caminar a la deriva, sin mapa, ni lugar donde parar.

Preguntar con temores, sin saber del juicio final.

Chocarse en la puerta de Brandesburgo con la historia de un cuidad.

Encontrarse en la terraza de un senado.

O perderse entre los muros de una ex cuidad.

Admirarse de los ojos que se miran, en el pasado de mil muertes.

Y relajarse con el blus de Inga y Alex.

Disfrutar de una tormenta cerca de la escalera, con charlas muy amenas.

Pensar a posteriori, de lo importante que es haber conocido a grandes personas. Con las que se comparten los rincones de esas calles y los verdes de sus parques.

Gustar de beber y comer, de aprender de ser del otro mundo, que tan lejos vive pero que de cerca nos sigue.

La cuidad se conoce en el rincón, donde sólo el hocico nos aproxima a la verdadera sensación.

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