lunes, 15 de febrero de 2010

Ojos de niña en cuerpo de mujer


Por Natalia Belli

Los cuentos quedaron sobre la mesa esperando a ser leídos…
en esa tarde, nunca igual a cualquier otra.
Fue esa inocencia, la que nunca jamás regresó.
Eran los juegos, eran las risas…
Era la infancia misma la que había quedado ahí, detenida,
como esperando a que ella regrese otra vez a jugar,
como pidiendo todavía un poco más,
como gritando “¡quédate conmigo!”.

Las muñecas y las cartas, y ese maldito cuaderno
lleno de notas musicales.
Todo quedó atrás,
ella los había abandonado.

Ya no recuerda si en esa tarde el sol brillaba
o si las nubes lo opacaban…
No recuerda las palabras de mamá y papá,
ni tampoco la comida que ese día disfrutó.
No recuerda su tarea,
Ya no sabe a que juego jugó ese día…
Lo único que le queda es el recuerdo de unas manos en su cuerpo
y unas palabras que nunca hubiera preferido escuchar.

¿Y si alguien hubiese abierto esa puerta?
¿Si alguien la hubiera salvado?
Ella no podía soltar el grito
y lo contuvo por años, en silencio.

Su mirada se alejaba de ese lugar que todavía la esperaba,
quería y no podía volver…
Nunca nadie entendió lo que decían sus ojos,
y nunca nadie se tomó la molestia de atreverse a escuchar.

Si alguien, tan sólo alguien, la hubiese mirado…

Ella quedó ahí, inmóvil, detenida,
sin ninguna certeza más que esas manos que habían estado en su cuerpo;
y ese miedo, y esa vergüenza que sentía
que la empujaron a marcharse lejos.

En ese mundo lleno de colores, lleno de inocencia,
no había más lugar para ella.
Ese mundo que decía esperarla a que regrese,
en realidad, ese mundo, no existía
había muerto junto con ella.

En sus ojos quedaba el miedo…

Fueron las miradas ajenas las que le hacían sentir que era una extraña.
Fue el deseo de venganza el que la mantuvo con vida.
Fue la resignación, la impotencia, el grito contenido, el silencio, las manos, la puerta que se cerraba, las palabras asquerosas al oído, el miedo, la culpa, el asco, la ira…
Fueron los años…

No harían falta más razones para explicar por qué sus ojos quedaron ahí,
esos mismos dos que gritaban en silencio,
los mismos que quedaron ciegos de tanto ver,
los mismos, que nunca quisieron crecer…

¿Y si alguien hubiese abierto esa puerta?

“Ojos de niña en cuerpo de mujer”

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