jueves, 11 de febrero de 2010

Los hermanos Pastilla



Por Emanuel Donati


Estos tres hermanos recuerdan bien su infancia, no muy feliz, pero siempre con la mano de Perón que ayudaba. No eran chicos carentes de dinero, ni de valores éticos y morales, sino más bien huérfanos de retórica.
Los argumentos de su vida siempre dependieron de la cotización del corazón de su madre, que por cierto, era bastante costoso de pagar. Día a día el mercado cerraba en alza y ellos sin papel moneda no sabían que teoría barata comprar.
Un jueves de mes patriota, el más grande de ellos entra a la galería del cuartel, fría y muy pisoteada, como su madre pues…. Una foto del General miraba desde alguna oficina con la puerta entre abierta, mientras la música de los borsegos y las maquinas de escribir reglaban el ritmo de sus pulsaciones.
No tardo tanto en alistarse al servicio, sin servir a nadie. Meses después fue premiado con una medalla por su labor en la Antártica Argentina, donde rescató a la última pingüina emperatriz. Dos años más tarde, es nombrado capitán, pero su vientre ya no era el mismo. Lentamente comenzó su adicción a la buscapina compuesta (de amor y odio) que calmo la ansias de su abdomen preguntón. Siguió su vida con la cara sin mueca y la receta en la riñonera.
El hermano del medio también compró la misma formula de éxito nacional. Tras camuflarse para conquistar ese imperturbable témpano que la madre portaba en su pecho y ser detectado por los radares de la antipatía, emprendió su apoyo a los Estados Unidos, empresa que lo condecoró por colaborar en la guerra fría. Su regreso, encontró al general consumiendo sertal compuesto (de rencor y anhelos) pues su estómago se congeló por no sentir el vapor de las aguas termales.
El más chico… siguió el ejemplo de los mayores, no quiso aprender otro culto que el de la rectitud y la raya al costado. Es cabo y mata blisteres de aspirinetas… quién sabe que sabor tiene esa madre que no tiene conmoción.
El capitán buscapina, el general sertal y el cabo aspirineta ya no buscan la razón de ese impávido corazón.

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