viernes, 9 de octubre de 2009

Razones para mi construcción

Por Emanuel Donati
Asocio netamente dos palabras: “escribir e inscribir”, que si bien contienen sumas diferencias, las identifico como pseudos sinónimos. El acto de escritura lo concibo como una instancia de ordenamiento; buscamos con anteojeras empañadas en una sopa de letras que no nos pertenece, pero que no dudamos en monopolizar.
Podemos hacer con este acto de apropiación de signos un nacimiento, donde la letra nos muestra que siempre hay algo nuevo por hacer; un asesinato…en el que el derrame de tinta tenga la tenacidad de un cuchillo que se clava en lo más hondo del vientre de una madre por parir.
Escribir es inscribirse en un mundo que no podemos evitar que haya sido construido por otros…pero que sin embargo podemos tomar el timón de una birome para dirigirnos hacia alguien o algo. Hacer letras es la constante búsqueda de construir un puente que nos comunique. Pasarela que insiste en quedar trunca, pues la palabra no deja de llevarnos al desentendimiento.
Es curioso pensar que la herramienta que nos une, nos separa; el puente intenta de diversos modos darnos seguridad con sus pasamanos, pero al fin del recorrido el sentido suele quedar atrapado por el malentendido de quien lo lee.
Ahondo un poco más en este fenómeno casi sobre natural, y pienso que si necesitamos de un puente para que nos una, es porque un abismo nos separa.
Un agujero negro que hace alarde de la ley de la gravedad para llevarnos con él, pero que días tras día buscamos agregarle una madera a la pasarela, para que la oscura boca no nos consuma.
Escribir es darnos cuerpo en un mundo que sólo nos muestra un paisaje de hermosas nubes y luminosidad solar. Es la profesión del arquitecto en la que regularmente tenemos que medir nuestras palabras para que calcen en los discursos de “la gente común”.
Tomo esta vía para agradecer a la posibilidad que me da el fonema por construir un puente con un semejante…pese a que no nos comunique del todo.
Tomo este sendero para agradecer a la piel que cuando se eriza por una lectura me hace saber de lo bello.
Pero sobre todo, tomo este camino para agradece a las pupilas ajenas, que con su placer dan cuerpo a mis letras y razones a mis inscripciones.

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