lunes, 17 de agosto de 2009

Un reloj sin agujas

Por Emanuel Donati
El hombre de bigote y bastón no solo hace parábola de la industrialización sino que se toma un té de finas hierbas con Jaques Lacan, si bien este último prefiere el café. Ambos charlan sobre el reloj, su mecánica y su influencia en las masas populares.
Con zapatos de punta, Jaques afirma que el crío humano es un engranaje del aparato, que no funciona sin otro par de engranajes que lo sostiene…pero con cierta movilidad. Insistentemente le explica al bigotudo que la neurosis es creer que en la promesa de ser un engranaje libre, pero cuando el crío humano se cae del aparato se ata a la primera cuerda de auxilio para no abismarse.
Ya muy nervioso y moviendo el bastón, el hombrecito revoluciona con su grito de cine mudo, explicando que la clase obrera reza por no saber leer su sometimiento.
El analista grita envido teorizando sobre un sometimiento estructural, pero el hombre a blanco y negro se niega a aceptarlo por creer que es una mentira conformista.
El péndulo del Casio chino de la pared del Liverpool bar se mueve pasando la palabra a uno y a otro. Se respetan, pero no se entienden.
Uno toma notas con una mano y el otro no lo hace. Sin embargo, ambos tratan en tema del tiempo y consecuentemente del espacio. Uno habla de rodaje y escena, el otro de espejos y ventanas, pero no respetan al viejo Casio…lo consideran pretencioso y muy bien alineado. Ellos prefieren abocarse al tema de lo natural, que también nos marca con sus ritmos y precipicios.
Pasan infinitos e incontables segundos charlando siempre sobre lo mismo; Lacan y Chaplin piensan igual pero beben diferente.

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