jueves, 27 de agosto de 2009

¿Qué cantamos?

Por Gonzalo Garay
No es seguro que los pájaros canten. Quizá escuchamos sus sonidos con nuestro oído de humano cantor.
No sabemos cuando el Hombre empezó a cantar, pero es posible que haya ocurrido al mismo tiempo que empezó a hablar.
La materia que vincula estas dos acciones es La Voz.
Decimos "la voz de tal o cual persona": la consideramos, entonces, una parte de ella, del cuerpo de ella. Una parte del cuerpo que se desprende, se separa y se pierde y, sin embargo, es en ese único momento que podemos decir que es su voz.
La voz es el vehículo de la palabra, pero para lo que ella -la palabra- nos hace saber, la voz no es necesaria. Cualquier código, gestual o escrito, sería suficiente.
La voz tiene la propiedad de entonar, de crear tensión en la palabra, tensión que a su vez no puede ser explicada por la palabra misma.
La tensión, la entonación se independiza de la palabra y cobra vida, una vida que carece de significación propia, que le debe ser dada por quien la escucha y no se ajusta al código de los signos. Por el contrario. Lo rompe.
Crea con frecuencia malos entendidos porque el tono desmiente lo que la palabra parece afirmar. Induce el enojo, el amor o la tristeza, la seducción, o la fascinación más indecorosa. La voz será entonces dulce, imperativa falsa o tonante.
En la entonación del canto resuena nuestro propio tono. De esta conjunción nace el temperamento, que quiere decir "combinación adecuada"; solo que la adecuación siempre falla. No exista la clave de lo bien temperado. Hay solo arreglos; de eso se ocupa el arte, en general, y por supuesto el canto.Los seres humanos cantamos para arreglar un desarreglo congénito, irreparable, que sin embargo nos hace humanos; desarreglo que resulta de la inadecuación entre el oscuro y abismal deseo materno y nuestro cuerpo apresado en un erotismo extenuante, inflado hasta el borde del estallido por querer ser aquello que a la madre le falta. Por ser nada.
Así, es prohibido nuestro goce, es decir lo insoportable de un erotismo enloquecedor, gracias a un padre. La convergencia del Deseo y la Ley sobre el objeto de satisfacción, hará que la Ley indique como deseable al mismo objeto que prohíbe. Pero la ley no puede prohibirlo del todo, y el resto insepulto de la pulsión, que no desaparece, es utilizado en la creación de la obra. No hay sublimación pura.
El combate entre el deseo y la Ley es causa de nuestros síntomas. Del amor al padre y la necesidad de su asesinato. Un poco de insatisfacción, un poco de satisfacción.
¿Pero es siempre así?. No. Muchas veces nos encontramos mirando un prado verde y florido; palpando la caricia de la seda, canturreando.
Otras, una compulsión nos impone una melodía una y otra vez de manera estúpida.
El niño que balbucea no lo hará bellamente pero sí de manera que suscita simpatía. Es un pequeño artista. Todos lo somos casi siempre y en esa creación que es el acto de cantar, por ejemplo, aunque no hayamos inventado lo que cantamos sí inventamos el camino, a pesar nuestro, por el que encontramos con placer aquel horror de la contienda infinita entre la desaparición en el llamado materno y el auxilio prestado a tiempo por un Padre.
El que canta representa con su canto lo irrepresentable de aquella Nada incestuosa y lo imposible de perderse en ella por culpa y gracias a un Padre.
Nadie canta si no tiene inscripta la instancia de la letra en el Inconsciente. Si no, lo haría como los pájaros o los loros por puro mimetismo.
De esta manera la escritura es anterior al canto como lo es anterior al habla.
El sonido del habla es primeramente reprimido haciéndose letra inconsciente. Su retorno elude el sentido de las palabras, es decir la huella del Padre.
Emerge como imagen musical que nos muestra al oído lo que fue la demanda de la madre: de que nuestro cuerpo respondiese por lo que le falta.
En la insólita aria para soprano de la Gran Misa en Do menor de Mozart: "Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex María Virgine, et homo factus est." "Y fue encarnado por el Espíritu Santo de la Virgen María y fue hecho hombre", la palabra "factus", "hecho", señala el tiempo de gestación de Jesús por Su Madre. Esta palabra es descompuesta en "fa" y "ctus". Pues bien, el fonema "fa" es cantado sobre la vocal "a" en, quizá, uno de los más largos melismas de la historia de la música. Uno de los más extensos Goce de la Madre jamás escrito. Éste se interrumpe al sonar el padre en la consonante "c" de "ctus".
Podemos gozar como melómanos en el punto en que la belleza nos hace barrera velando el objeto y separando al sujeto de padecer la demanda de perfección fálica de la madre.
Hay una independencia notable entre la letra poética y la música propia del canto. En principio, como dice Borges, (porque sigue diciendo)... "Estoy seguro de que lo mas importante no es la metáfora ni el argumento (de un poema), sino la cadencia de una frase". Cita un verso de Lugones:
"El jardín con sus íntimos retirosDará a tu alado ensueño fácil jaula".
Borges subraya que no es el sentido del poema lo importante sino la música de la frase "fácil jaula".
El goce de la música y el canto, por supuesto, están más allá del muro del lenguaje.
La música y el canto carecen de sentido; o mejor dicho, cualquiera puede ser el sentido; y esto es lo que hace de la música el remanido lenguaje universal.
Por supuesto que no está referido a la difusión del sistema de escritura, a su notación, sino más bien al goce que produce, que no tiene patria ni credo. Si embargo, el goce tampoco puede compartirse porque ¿Quién podría decir que su goce fue semejante al de aquel otro si no hay palabras que puedan precisarlo?. Sólo podemos deshacernos en expresiones vagas de satisfacción o crítica. La "relación Estética" no existe.
Pero entonces ¿Qué nos hace gozar de la música?. ¿no tiene que ver acaso con lo que llamamos "fraseo musical"?.
Las "indicaciones de fraseo" son las referencias a las que se ajusta el Goce: ligaduras, cesuras articulaciones, respiración, silencios, en los que se presentifica el silencio pulsional.
¿No es este fraseo lo que nos hace gozar?.
La escritura fue en principio consonántica; carecía de vocales que fueron introducidas por los griegos.
No es posible cantar solo consonantes, la misma pronunciación de cualquier consonante requiere de vocales. No hay canto consonántico. Sería incantable. Sí existe el canto predominantemente vocálico; el canturreo, por ejemplo; aunque siempre acompañado de una consonante. El "la, la, la".
El canto de una vocal, la vocalización, de manera sostenida es lo que se llama melisma que quiere decir "canto".
¿No nos enseña el canto lo que fue el paraíso perdido por la vocalización primera?. ¿No es el placer melismático la representación del irrepresentable goce que habría sido?.
Que habría sido si no hubiese intervenido un padre.
El canto, el melisma vocálico, se interrumpe y esta interrupción es oficio de la función paterna. La intromisión de un consonante que sigue a la vocal interrumpe el canto.
¿No nos muestra este corte consonántico, en su imagen acústica la prohibición del goce vocálico incestuoso?.
En la imagen acústica del placer vocálico y su interrupción podemos reconocer la matriz originaria del canto. El Incesto y su Prohibición. Correlativa del habla es, sin embargo, portadora de un placer que no proviene de ninguna escritura paterna. En este sentido no es sintomática.
La escritura, la notación musical, es una cuestión diferente al Goce Estético de la música que no cesa de no escribirse. Si no fuese porque cesa de no escribirse. A veces...
Resultado de la Pulsión, el Goce Estético pierde, sin embargo, el efecto de su sexualización, no produciendo por ello goce sexual alguno. Los vaivenes del cuerpo olvidado reaparecen, meciéndonos, con movimientos que son más propios de la cuna que del coito.
La letra de la música no es importante para la música más que para ofrecer los puntos melismáticos y su interrupción. Por el contrario la música inventa un modo de "decir" la palabra. Es impregnada de un goce que transforma el sentido de la misma. No se trata de un nuevo sentido, sino de un goce que no es sin ella; se trata de un goce suplementario. Abierto a cualquier sentido e imposible de acorralar con escritura alguna que no sea la propia. Cada uno frasea como le place. Por ello en el canto de muchos, el canto coral, es necesario que el modo de fraseo sea elegido por el director quien lo hará según complejas marcas que dependen del compositor, la época, y su propio deseo, que harán a lo que se llama interpretación.
En rigor de verdad la música ya es interpretación. Interpretación de una contienda.
El cierre de esta interpretación depende de cómo el que escucha, tiene representado su propio "canto". El "me transporta". El "dejarse llevar" por la música. ¿Adónde?. Al vacío, de donde será rescatado por la próxima frase musical. Se tratan de las vicisitudes de su propia sublimación.
Es decir goza de la sublimación que escucha según su propia sublimación. Esto hace que el goce del canto sea singular.
Una sublimación que escucha y lee otra sublimación. Cada uno lee la sublimación que percibe con su propia sublimación escrita en el Inconsciente, que evoca en nosotros la imagen de cómo fue nuestra manera de resolver la beligerancia de los primeros hechos impresos en el fantasma. En última instancia de cómo pudimos rodear un vacío.
Diferente del Goce Femenino, el Goce de Cantar no conduce al orgasmo, si bien su raíz es sexual. Es diferente del Goce Místico en el que predomina la importancia del nombre. Nombre que se abandona en el orgasmo femenino.
En la Sublimación la pulsión en vez de volverse sobre el cuerpo y erotizarlo lo hace sobre la obra. El "cuerpo" de la obra no es un cuerpo erógeno. Por el contrario, es un cuerpo vacío que es el cuerpo olvidado como consecuencia de la represión primaria.
El nombre en la obra es la firma del autor, el que la ha hecho. Se trata, también, como en los goces anteriores de una Supleción; como se dice de un suplemento de un diario. No agrega nada ni remplaza. Tiene otro carácter.
El autor que firma su obra con el patronímico lo desdobla haciendo de éste un nombre nuevo que ya no es del padre sino propio. Se forja un nombre.
Tal es lo ocurrido con Juan Sebastián Bach. Familia de mas de trescientos músicos, supo hacer que su nombre perdure trescientos años y continúe.
Bach firmaba sus obras con el trazo de su pluma; pero también haciendo música de su propio nombre sirviéndose de la suma de los números de las letras de su apellido = 14. Según la tradición cabalística. El Coro 63 bis de La Pasión Según San Mateo lleva su firma cuando los bajos cantan: "Verdaderamente Éste es El Hijo de Dios". 14 notas. No es casualidad dado el predominio del número 14 en su vida.
También hace música con las notas que sus letras significan en el alfabeto musical alemán: Si bemol, La, do, Si.
Su última fuga, la fuga B.A.C.H. del Arte de la fuga es su última obra. Murió mientras la estaba componiendo. ¿Este retorno de la imagen musical a la primera imagen musical del cuerpo, no ausenta al sujeto de su obra, reuniéndolo con la Pulsión de Muerte?. Esta autoreferencia a su propio origen es... Nada.

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