sábado, 23 de mayo de 2009

Amor en tiempos de Odio, una lectura a Nancy Caro Hollander

Por Emanuel Donati

Un titulo que contiene tanta ambivalencia me transporta rápidamente a textos psicoanalíticos que revelan misterios, incógnitas y sigilos del sujeto individual y social.
Entrándome en el texto pude darme cuenta de que mi presunción no era desacertada, pero sin lugar a dudas fui sorprendido por el modo tan particular y el rodeo realizado por la autora a la hora de dar cuenta de la posición psicológica en donde estamos inmersos los hombres en relación con las políticas de turno.
Novela a la República Argentina para explicar todo un sistema político y cultural que nos forma como seres sociales y en el cual estamos hoy por hoy inmersos por ser consecuencia de todas esas elecciones tomadas en diferentes momentos históricos. Se encarna en colegas y amigos suyos y los toma como personajes principales de este recorrido para mostrar cómo las subjetividades se manifiestan en distintos momentos del país y acorde a los deseos de cada uno de ellos.

Somos un país muy joven, pero añejo en vivencias. Somos la prole de una inmigración europea y los sobrevivientes de una tradición aborigen, el tango, la milonga y las polkas. Argentina tiene una identidad muy heterogénea, pero sin embargo sus políticas de turno siempre estuvieron a las sombras de las predominantes a nivel mundial. Un factor destacable es que a lo largo de la historia de esta nación siempre hubo grupos (por lo general integrados por jóvenes) comprometidos en la lucha por un país más justo y equitativo, gente que se preocupaban y alzaban querellas a viva voz para hacer sentir que existía un malestar social. Entrada la década del noventa ya es notable la pasividad del pueblo ante las decisiones políticas y la inercia con la que las personas pasan sus días sin poder preguntarse el porque del rumbo de nuestro país.

La dictadura militar de 1973 fue entre todos los gobiernos autoritarios argentinos el que provocó una mayor incapacidad de resiliencia a nivel social. No solo hubo crímenes aberrantes, genocidios brutales y represiones constantes en las calles, sino que también se hostigó y torturó el pensar del ciudadano. Se buscó anular por completo la capacidad de crítica de la población y esto se ve en la cantidad de intelectuales, doctos y eruditos que se vieron obligados a abandonar el país para preservar sus vidas y sus ideologías.

Seriamente castigadas, las prácticas analíticas y marxistas, fueron perdiendo influencia sobre el común de la gente. Doctrinas que resisten ordenes impuestos y que desafían pensamientos de tipo modernistas como éstas perdieron un papel relevante que tenían a lo largo de los años cincuenta. Por aquellas décadas, el psicoanálisis argentino era una doctrina respetada a nivel mundial y Buenos Aires representaba un epicentro cultural latinoamericano. Los problemas de identidad nacional, debido a las grandes olas inmigratorias, eran las principales demandas terapéuticas que rondaban las calles porteñas. También aparecían en los consultorios gran cantidad de mujeres que se veían apremiadas por conflictos entre sus deseos profesionales y su rol de mujer en la maternidad; esto sin lugar a dudas debido a un cambio social que brindaba mayor participación de la mujer fuera del hogar en distintos tipos de trabajos.
Cuando el gobierno de Juan D. Perón instauró leyes laborales para el trabajo femenino y posibilita el sufragio de las mismas se ampliaron las posibilidades de liberación femenina en la esfera pública, ya que hasta el momento muchas señoras de la época trabajaban sin reglamentación alguna.

A fines de la década del sesenta comienza una disputa dentro de la Asociación Psicoanalítica Argentina por intentar dar un nuevo avance en los modos de profesar el psicoanálisis y así poder hacer frente a una crisis que se manifestaba de manera imperativa en el país. Un grupo de analistas jóvenes proponían nuevas lecturas y corrientes que posibiliten un mayor afrontamientos de los problemas de la sociedad. En contraposición a estos había profesionales que ocupaban un lugar más indiferente y pasivo respecto los inconvenientes de injusticia , hambre, desocupación que atravesaba un importante porcentaje de personas.

En 1971 se funda Plataforma, una forma de demostrar que había profesionales que anhelaban dar un paso al costado respecto de la forma de obrar del psicoanálisis que estaba institucionalizado. Surge entonces una práctica analítica que se mimetizaba en lo social y tomaba concepciones ideológicas del marxismo. Todo un trabajo interdisciplinario que rompía con una praxis conservadora sustentada en políticas burguesas. Luego de ser creada Plataforma muchos profesionales abandonaron la APA para tomar contacto con este tipo de ideología liberalista.
Estos años previos al golpe militar de 1973 fueron aprovechados de sobremanera por este grupo de analistas que buscaba una praxis vinculada con lo social y nos mostraron que un psicoanálisis de los social es sumamente realizable encontrando sumas convergencias en las teorías que desenvuelven Sigmund Freud y Karl Marx. Ambas conciben al sujeto, valga la redundancia, atado a una fuerza superior que lo controla, lo aliena, lo explota, reprime sus capacidades de desafiar lo impuesto. El tire y afloje entre deseo, demanda, y necesidades se juega a nivel social, cada día, en cada empleado con cada empleador, en cada fábrica o empresa. Las alineaciones postuladas por ambos autores son tan similares que parecen provenientes de una única doctrina; es un efecto totalmente artificial e ilusorio el que posibilita la opresión de un sujeto. El obrero no puede reconocerse como sujeto creador, el neurótico tampoco lo hace.
Es una conducta enteramente narcisista el creer en muestra posibilidad de dominar todo nuestro quehacer y estamos velados antes los porqué de las repeticiones; chocamos constantemente con las mismas rocas, tanto individualmente como socialmente, y esto debido a que no podemos entender nuestra historia. Mientras Marx propone un acto de revolución para recobrar un poder quitado y así devolverlo al pueblo para que este levante su historia, Freud propone un lectura psíquica de la novela familiar quebrando las durísimas barreras de las resistencias, los crueles diques psíquicos superyoicos y poder ser sujeto sólo del propio deseo que le es inconsciente.
Vemos así que las epistemologías que proponen una evolución de ciencias de la mano de un sujeto que progresa por el solo hecho de recorrer una filogenia en línea recta al perfeccionamiento seria imposible de conciliar.
Entendemos, también porqué el pensar al sujeto como libre social e individualmente fue tan duramente castigado durante los gobiernos opresivos, no solamente en Argentina sino a escala mundial.

París era un barrio con acordeón, Marx prohibió a sus hijos que llegaran tarde a la dulce hoguera de la insurrección, la poesía salió a la calle reconocimos nuestros rostros supimos que todo es posible en 1968
(Joaquin Sabina)

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