jueves, 14 de julio de 2011

Foraneo

Por Bruno Ferrari

Esta vez no contaba con palabras difíciles. Tenía que causar la impresión deseada con unos cuantos verbos vulgares. Eliseo y la página en blanco. En cualquier lugar. Detrás de una cortina de insomnio inapelable. De infusión a La Pampa, el control mental hace tiempo perdió su eficacia.

Ya no queda tiempo más allá del tiempo

Soporto la carga de un cuerpo enfermo y desobediente

Por todos lados nacen geniales maldiciones

Es posible que nada de lo que soy sea cierto

No encontró una base. La historia de su vida era una historia de los fundamentos. Esta vez estaba suelto y lo vivía desde la apatía, como si le costara creer en el momento. Siempre es una cuestión de fe vivir en los cimientos. Deseaba un escape onírico que no llegó, remontar la colina del demonio bien nacido de los sueños.

No es momento de mostrarme entero, pensó. No sin vientos y en un mar muerto. Y sin embargo tuvo resto, envión.

Quienes guarden esperanzas, malditos sean

Me destierro a una Siberia de bohemios

Otra vez se encontró bailando entre desconocidos, rostros desencajados pero no en sí mismos sino en el mapa de bondades con el que irrumpió a su propia muerte. Tuvo deseos de volver, pero no tardó en identificar la naturaleza de sus espasmos reflejos. Siguió bailando, con letras de imprenta dibujadas en la sien.

Entonces no me pidan más

Sólo puedo saltar en el lugar, buscar placer en la gravedad

Traté de dibujar un hombre

Pero me olvide de empezar

Un hilo bobo cayendo, desprovisto de forma y en el aire, como si el vacío hubiese dejado de ser un invento. Como si él mismo hubiese perdido su condición. Un hilo de baba que encuentra el suelo. Desde la comisura de los labios hasta el suelo, sin mediar explicaciones, como una sátira de las palabras.

Solo entre consonantes

Éter foráneo sin cuerpo

Bolas de humo, inconexas, teñidas del triste gris del encierro y la desidia. Abrir los ojos a la mañana es cerrarlos por la noche. Cuando los charcos no salpican y los fluidos no manchan, perdimos el acento y marchamos hacia un horizonte que está siempre en el mismo lugar. Hablo de la bruma artificial y toxicómana, hablo del colgajo en la mirada de la anciana.

¿Quién me puso acá? Ataduras nerviosas y mieles de destino. Por mirarla unos minutos acabé pisoteando el giroscopio. Ahora busco un pacto de gravedad, acuerdos entre el instante y el cosmos que vendrá. Clausuren el tiempo.

1 comentario:

  1. Clausuren el tiempo... increíble, que buenas palabras para evocar tan sutíl sentimiento en mí. clap clap.... (efusívo)

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