Por Emanuel Donati
Hijos de cristales rotos y flores marchitas.
El llanto que nadie pide y nadie contesta.
El juego que nadie juega
Hijos de animales que devoran a sus crías más vulnerables.
Las miradas perdidas que nadie perdió.
Las heces que nadie proclamó.
Hijos de almas desabitadas del fonema universal.
Los cantos de que ningún padre sonrió.
Los labios que ni una sola madre, encarnó.
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