lunes, 4 de enero de 2010

La Logia de la tía

Por Emanuel Donati

Fue la tía la primera en manifestarme sus anhelos. “Feliz año nuevo, que se cumplan todos tus deseos”.
Dada mi singularidad no pude más que sospechar de tal oración, pues me vi en la necesidad de someterla a un delirio. Tal es así que comenzó a escribirse en mí la idea de que existe una logia decidida a quejarse eternamente.
Pues bien, tomé mi papel mental y mi tinta cerebral y comencé esto que ustedes mismos están leyendo. Sé que los alegatos son fáciles…por lo cual aclararé que ésta es mi propia logia.
A resumidas cuentas (es que… mi cabeza saca demasiadas cuentas en color rojo) retomé la frase trillada de mi tía.

“Feliz año nuevo, que se cumplan todos tus deseos”.

Como mi propia logia adora al árbol del pesimismo que funde sus raíces en vaya uno a saber que historieta familiar, se oyó una voz en off (a saber, mi inconciente) que repetía: “Los deseos no se cumplen porque sí…el año nuevo no es feliz por obra divina, uno tiene que construir esa felicidad y debe luchar duro por sus deseos”. Obviamente este pensamiento permaneció lejos de los credos de mi tía, ya que entiendo que la batalla se pelea en otro terreno.

En fin, mi logia, la que por el momento lleva gran cantidad de adeptos, tales como yo y mi alter ego bizarro, se interrogaba porque corno se renuevan las esperanzas de los seres humanos cuando cambia el número que los regula.
¿2010, es acaso el código de acceso al verdadero “pare de sufrir”? Quien sabe.
Pero yo creo firmemente que esto demuestra la necesidad que el hombre tiene por atarse al símbolo. Sin él somos pura locura, desborde; somos un ente no regulado por días, meses, horarios de trabajo, espacios de juego, flechas señaladoras, imágenes, etc.…

Concluí, que mi logia no dista tanto de la de mi tía, sólo cree en un Dios diferente. Que “año nuevo es vida nueva” depende profundamente de cómo manipulemos los símbolos, sin dejar de entender que no es lo único que nos regula en la vida… Que los profundos reales siguen presentes en lo más hondo de la sexualidad humana, quizás por eso me asustan sus polleras… Fin.


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