miércoles, 25 de noviembre de 2009

El ojo del plafón


Por Emanuel Donati

Una habitación y un plafón.
Su vestido rozaba el piso y su pelo mi colchón.

¿Cómo expresar con palabras esos miedos? ¿Cómo hablar de esa pasión?

Zapatitos negros, alhajas de importación.
Aretes y pulseras sonaban en mi desolado balcón.

¿Por qué ella si y yo no? ¿Por qué asusta la proposición?

Con los pulmones asesinados, los ojos desencajados y el ritmo frenético del corazón.

“A pueblo con dinero le sobra el amor” repetía con su sónica voz.

Pero el silencio fue la mejor respuesta a su invitación. Ese mutismo eterno anticipaba la caída de la mítica pared.

No queda tiempo para cambiar el plafón.
La luz amarillenta se hacía pesada y la lluvia besaba el sillón.

Un par de ojos de pescado eran protagonistas de la ficción, del cóctel y ese maldito almohadón.

La siesta se haría muerte cuando mis lágrimas ya no vieran el cadáver de mi procesión. Sólo ahí me note asesino…de mi propia ilusión.

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