sábado, 30 de mayo de 2009

Argentina, del Tango al Mambo

Por Emanuel Donati
Años atrás la idiosincrasia de nuestro país estuvo sostenida por el dos por cuatro que hacía vibrar las paredes de los conventillos. El tango, con sus letras machistas, con sus desafíos, sus lamentos, sus tristezas, con el amor y la lágrima, con el odio y la rabia; el tango sirvió de sostén a toda una generación que con sus figuras se educaban, se criaban, una generación de violín, guitarra y bandoneón.
Hoy reina el violador más que el violín, la guitarra está desenfrenada de mentiras y el bandoneón se transformó en un bando de luces de neon.
Es por esto mismo que quiero asegurar, más allá que mis orejas sangren regeton, que estamos en una época de mambo. Ritmo que nace de la heterogeneidad que mezcla música hispana con música africana, estos con jazz, maracas y tamboriles.
¿Quién no convive con la heterogeidad hoy en día?
¿Será que el mambo es un ritmo sincopado que los jóvenes de hoy no dejan espacio entre una palabra y la otra?
¿Será por las letras que el tango nos legó que la mejor intervención que podemos dar a lo diferente es clavar un puñal?
¿Qué mambo no? Asistimos cada mañana a un baile y por las dudas lo mejor que podemos hacer es decirnos “ya que estamos en el baile, bailemos”; sin pensar que quizás peleando pero utilizando como herramientas la palabra puede llevarnos al desenlace del tema. No peleemos más con las palabras, ellas a la larga nos delatan, son traicioneras!!!
Parafraseando a un pianista, el mambo al que concurrimos cuando nos tomamos un colectivo, cuando hacemos un trámite, cuando nos miramos socialmente al espejo, es un “mambo no ligado”, un mambo que no cumple la función de ese tango que alimentaba las pasiones inmigrantes, este mambo no sostiene, este mambo nos empuja por las ventanas.
Conozcamos nuestra historia y hagámosnos responsable de ella, porque de lo contrario nunca vamos a entender porque cada uno de nosotros tenemos un CD de alguna estrella de mambo en nuestro haber.

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