domingo, 22 de abril de 2012

La daga



Por Emanuel Donati 


Me habita la impaciencia de ser el honor de tu ejecución.

Me aburro en tu pared, verde, fría y maltratada por la humedad.

Tu rostro obsceno se refleja en mi seductor acero.

El dolor en su piel es mi único anhelo.  

Quiero que me tomes, con tus manos pálidas de miedo.

Quiero ser el corte que ponga fin a tanto desprecio.

Delicada y punzante, con mi puño de nácar.

Protagonista de tu locura, que no puedes controlar.

  

martes, 17 de abril de 2012

Curvas Peligrosas



Por Emanuel Donati

Irrumpí en su baño como una tempestad y cerré muy fuerte la puerta. Oí sus apurados pasos detrás de mí pero no la dejé avanzar, necesitaba calmar mi taquicardia.

Clave mis ojos frente al espejo y vi mis ojeras punzantes caer hasta golpear mis pómulos. Abrí la canilla de agua fría, rápidamente coloqué mis manos bajo el imperioso chorro y salpique mi remera color rosa.

Tomé la toalla y sequé mi rostro apretando muy fuerte, deseando que mis gestos queden plasmados en el verde algodón.

Me senté en el inodoro a pensar unos segundos. Me preguntaba que palabras servirían para dar el primer paso. Junto a mi mano derecha, rendida contra un azulejo, encontré su shampoo; su etiqueta me avisaba que era para “Curvas peligrosas”.

Me sentí un poco desorientado, pero al fin pude salir del baño con calma y un paso cansino. Ella me esperaba sentada en un bajo sillón, con sus piernas cruzadas, fumando el cigarrillo de la impaciencia.

La media hora nos sorprendió en su cama, desecha y fuera de sí. Noté sus oscuros bucles acariciar sus sinuosas caderas y ante el reflejo de una ventana mis ojos espiaban su sensación.

Los días nos sorprendieron juntos en el mismo café de la mañana. Noté sus delicados gustos por sobre mis elementales opciones.

Los meses nos sorprendieron juntos en los gritos de las noches. Noté sus enérgicos disgustos por sobre mis indecisiones.

Los años nos sorprendieron juntos avanzando a la muerte. Noté sus curvas peligrosas por sobre mis baches que ya no puedo manejar.  

lunes, 2 de abril de 2012

En algún Atlántico atardecer



Por Emanuel Donati


Con el cielo empapado de sangre color celeste rendís tus cuentas de hambre a un capricho robado.  No entendés, no pensás, sólo ardes ante las coronas color negro.

Con tus ojos en compota, nada dulce lo soñado.

 Con tu bilis, con tu hígado, tu estómago enredado. 

Con la fiebre en la cabeza, los dientes tiritando y tus pies en la tierra acarician suelo helado.    No crees ni en el Dios que te han mandado.

Con manchas de pecado en tu saco color indecoroso, y con resabios de carne humana en la mirada.  Ni el histriónico amo te ayuda a dar batalla.

Con olor a pólvora en la piel.

Con todos tus deseos de volver, aunque tus huesos se muelan polvo en algún Atlántico atardecer.