martes, 4 de octubre de 2011

Cactus

Por Emanuel Donati


Erguido y punzante.

Eres el dolor de mil segunderos.

Que se encarnan-------------------------------------------------------------- muy hondo en mi.

Erguido y punzante.

Clavas tus dedos en mi piel.

Que goce del dolor.

Y cada vez que te veo, sigues allí.

Erguido y punzante.

sábado, 1 de octubre de 2011

Buscando a Scaglia


Por Emanuel Donati

Aquel miércoles toqué timbre ya por quinta vez. Caminaba nervioso, daba vueltas en círculo y cada tanto miraba a través de la puerta de vidrio esperando que alguien se asome a darme una respuesta. Hice sonar su teléfono no menos de siete veces, pero nunca respondió mis llamados.

Veinticinco minutos de las diecinueve horas habían pasado. Veinticinco minutos de angustiosa espera crisparon mis nervios y decidí salir a la calle. Estaba turbado, caminaba sin rumbo, sin saber a dónde ir, ni que hacer. Sólo pensaba si me había esforzado lo suficiente para encontrarla. Saqué el teléfono de mi bolsillo y me cercioré de no haberme equivocado. Pero, ¿Por qué no me respondía? La falta de respuesta me dejaba acongojado y monomaníaco.

Las siguientes tres semanas transcurrieron prácticamente de igual modo. Agotaba recursos con tal de encontrarla. Llamé innumerable cantidad de veces a diversos teléfonos donde podía localizarla, hasta decidí rondar su casa, que por una contingencia había logrado conocer meses antes de su desaparición. Mi mente desesperaba sin nada concreto.

Al cabo de un mes sin saber de ella decidí volver a pasar por la puerta de su hogar. Un volquete lleno de muebles viejos y escombros se estacionaba en su puerta. Me acerqué y recogí material que sería indispensable para mi investigación. Sin embargo, nunca me animé a tocar timbre.

Esa misma noche comencé a analizar el material recolectado. Hojas de agenda previas al día de la desaparición, algunas fotos familiares y discos de Pappo Blues. Una sensación inquietante me invadió cuando vi que yo aparecía agendado el día y horario en que ella no había concurrido a la cita. Pues ¿Por qué no me respondía los llamados?

Sólo pensaba que la doctora Scaglia estaba en peligro o en el peor de los casos que había sufrido algún tipo de asesinato. Mi afán por saber me movilizó a tomar el caso como un verdadero trabajo de detective. Las pistas recolectadas me llevaron al viejo Willie Dixon, un bar de la cuidad que se destacaba años atrás por ser el templo del rock. Uno de los dueños de este lugar fue Norberto Aníbal Napolitano, alías Pappo, uno de los fundadores del género musical Rock Argentino, a fines de los años 60. Pero ¿qué relación tenía una psicoanalista con un bar que movía un ambiente de motos y camperas de cuero? Esto valía por lo menos, la sospecha.

Me dirigí al bar, ahora clausurado por no cumplir con normas básicas de seguridad. Ingresé al mismo por una ventana ubicada en la calle trasera, fui a dar con un baño, cautelosamente salí del mismo para dilucidar el mapa del lugar. La oscuridad reinaba, pero logré entrar a una oficina y prendí la luz. Una foto del mencionado rockero y otro hombre estaba en el escritorio. Deduje que el hombre era socio del Carpo, pues su nombre aparecía en facturas y datos de habilitación del local.

Esta persona, que se apodaba Indio, era también propietario de un cabaret de la zona de pichincha. Allí dirigí mis pasos, y con el pretexto de mi afán de saber de ella, disfruté de los encantos que brindaba tal comercio. Quedé cautivado por una bailarina, la cual nunca supe su verdadero nombre, pero era presentada como “La mujer vampira”.

Tomé sus servicios. Fue escalofriante, pero erótico. Deseaba firmemente saber su nombre; le pregunté pero se negó a confesar. Yo estaba obnubilado por su sensualidad. Volví a preguntarle su nombre, hartas veces, hasta el hastío. Ella había logrado que olvide mi meta, buscar a Scaglia. Pero algo tenían en común estas dos mujeres que acaparaban mi interés. Ninguna respondía a mis demandas y ambas me reclamaban dinero por sus servicios.

Al cabo de tres meses no había podido dejar de ir a visitar a La mujer vampiro al menos una vez a la semana, y era siempre los miércoles a las diecinueve horas.