miércoles, 26 de enero de 2011

Camino a la Nada



Por Emanuel Donati


-Acuerdo por un momento que tú estás en lo cierto.

-Claro que lo estoy

-Pero, ¿Cómo sería tu infierno y qué tan puro es tú reino de los cielos?

-Nada de lo que puedas imaginar serviría. Yo no hago diferencias pues.

-¿Sólo hay un reino después de muerto?

-Sólo hay un espacio, eterno y sin tiempo.

-¿Pero, existe el sabor supremo en tu lugar? ¿Se vivencia allí un dolor agónico?

-No hay diferencias. Mi casa es un punto sin Ser al modo del que me hablas.

Mi espacio no es como tu reino que tanto amor duele. Mi espacio es la calma que invoca la reflexión sobre el Ser.

-Sí tal es así, recibirías por igual a mi padre, un católico ortodoxo, que a un judío o un protestante.

-No hay diferencias en mi espacio. Eso compete a tu Ser en tanto Humano.

-¿Pero allí dejaré de serlo?

Tanto como lo eres en un punto.

-¿Algo en mi escapa a la humanidad?

-¿Tú que crees?

-Suena interesante, persuasivo. Creo que todos tenemos conductas animales dentro nuestro. Algo instintivas.

-Mi espacio es el lugar del hombre antes de la vida y después de la muerte. No es un reino, no hay prioridades. Mi lugar no tiene privilegio para el que salva ballenas ni condenas ardientes para los que matan sin piedad.

-Entonces ¿De qué sirve ser un buen padre de familia, buen hijo y ciudadano, y rebozar de bondades?

-¿De que les sirve a ustedes la muerte del prójimo?

-¿Quieres decir que todo en esta vida da igual? Sí es que el desenlace es habitar tú espacio, sin importar tu vida pasada.

-Quiero decir que el hombre es el único generador del inmenso amor y el masivo odio que redunda su tierra.

-Somos responsables, pero, a veces se nos va de las manos y nos dañamos entre nosotros sin saber muy bien porqué.

-Porque en el fondo, habitar fuera de mi espacio no es más que un desequilibrio de pasiones, que ustedes, poco tolerantes no saben administrar. El hombre pone sus reglas para transgredirlas. Pone sus lágrimas para beberlas.

-Eres convincente, pero sí tal es así, debería de creer en ti, pero no profesar una religión en tu nombre.

-Eso sería sano.

-Y para poner tenerte en mi mundo bajo un símbolo, ¿Cómo puedo llamarte?

-Nirvana

miércoles, 19 de enero de 2011

La metafora

Por Emanuel Donati
Eres el más allá de los dichos en el sonido.

Eres la lengua en su máxima expresión.

Eres mi nombre en el otro y la figura en el hablar.

Eres sin tiempos ni espacios pero llenas de color.

Tú, muy utilizada, toda a tus anchas, te desplegas en mis textos como parte de mi alma.

Eres la distinción de la raza y la grandeza que nos ata.

Eres el don de la sutiliza que se siente en el amor.

Eres la metáfora, parte de mi inspiración.