domingo, 26 de diciembre de 2010

Hijos de nadie



Por Emanuel Donati

Hijos de cristales rotos y flores marchitas.

El llanto que nadie pide y nadie contesta.

El juego que nadie juega

Hijos de animales que devoran a sus crías más vulnerables.

Las miradas perdidas que nadie perdió.

Las heces que nadie proclamó.

Hijos de almas desabitadas del fonema universal.

Los cantos de que ningún padre sonrió.

Los labios que ni una sola madre, encarnó.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Somos Planetas


Por Emanuel Donati

Somos planetas, cada uno con sus órbitas.

Planetas que se acercan en sus elipses.

Somos estallos y meteoros de milenarias historias

Somos de un Dios planeta que reparte anillos como muestra de su grandeza.

Hijos de la luz y el tiempo que nunca conoceremos.

Somos planetas, cada uno con sus órbitas.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cortas historias de barrio

Por Emanuel Donati

Introducción

Probablemente nunca escriba un best seller. De hecho, quizás nunca nadie lea un libro sobre historias que no dejan mucho que recordar.

Dudo que un director de cine pretenda hacer una pelicular de este libro. Pues, nada más lejos de Hollywood que un escrito lleno de historias abiertas y sin finales felices. Nada de magníficas explosiones, de besos ardientes, ni momentos épicos. Este libro habla sobre la pequeñez; que sólo los miopes podrán entender.

Primer Corto: Los amores de Marta


Marta vive a media cuadra de mi casa. Es viuda, rutinaria y tiene sólo un amor. El programa de Gerardo. Nunca deja de verlo, por lo tanto, no sale por las noches. Cuando yo era pequeño, jugábamos frente a su casa casi todas las noches, y fabulábamos que era parte de una secta. Algo así como los iluminatis o el opus dei, pero más pobretona la vieja.

Yo la veía poco, algún que otro medio día la cruzaba comprando pan. Siempre una varilla y bien blanca. Acusa problemas dentales.

De a poco mi vida se fue llenando de ocupaciones. O las ocupaciones fueron llenando mi vida, la verdad que no se que primero. Tal es así que pasaron años sin tener absolutamente ninguna novedad de Marta.

El mes pasado me acordé de ella, pues vi en el programa de Viviana que sacaban del aire a Gerardo por falta de presupuesto. Seguramente el viejo regaló más de lo que la producción bancaba.

Le pregunte a mi madre por Marta. Me dijo que lo último que sabia de ella era que había recibido el cuerpo de su difunto esposo. Él había fallecido cubriendo para un periódico la guerrilla en Colombia y por problemas legales, el cuerpo no llegaba.

He aquí la frutilla del postre. Marta mandó a cremar los restos del interfecto, pues no tuvo mejor idea que esparcirlos en la vereda de su casa, junto a un viejo sauce llorón. Mi pregunta es… ¿Por qué lo riega todas las mañanas?

Mi madre y otros vecinos no dejan de crear divertidas hipótesis.

Pero la verdad que Marta está más triste que nunca. Perdió sus dos amores, ambos por querer cortar la manzana a la mitad.

Segundo Corto: Flor de golpe


Frente a la casa de Marta vive otra solterona, Irma. Ella tiene sesenta y tres años y nunca tuvo marido, lo cual la ha convertido en otra señora de barrio de la cual mucho se ha dicho. Que es una devota de la iglesia, que le gusta la farra, que es una frígida, que está un poco loca, que es lesbiana, sí vieja y lesbiana.

Desde mi terraza puede verse gran parte de su jardín. He notado muy a manudo la dedicación que esta mujer le pone a sus amadas plantas. Tiene un gran verde combinado con los más surtidos colores. Las flores abundan y le dan vida a una esquina bastante fulera; rojas, amarillas, fucsias y celestes.

Les describí un poco el panorama… esquina fulera, de barrio. Les agrego que muy cerca, a unos veinte metros hay un kiosco. Todo esto implica que la pobre Irma tenga que lidiar noche tras noche con grupos de jóvenes que se reúnen junto a su tapial a experimentar los hermosos efectos diversas drogas.

Pasemos ahora al otro personaje de esta historia; Anselmo. Un muchachito de veinte cuatro años, algo vago diría mi abuela, que se dedica a tocar punk rock.

Anselmo comenzó a experimentar con sustancias ilegales cuando formó su banda, la cual no hace más que quilombo a las dos de la tarde en un garage.

Dado que su música es el punk, su estilo de vida también lo es.

Un día color sepia, un día de otoño, Anselmo se encontraba sólo sentado en la esquina de Irma y yo desde mi terraza era un privilegiado espectador de la escena.

El diverso jardín de Irma envió una señal a nuestro joven artista dejando caer una flor sobre la cabeza del susodicho. Era floripondio y Anselmo brillo de alegría. Rápidamente abrió su mochila de Flema Punk Rock y sacó un termo con agua caliente (yo veía el vapor salir de él). Se paró y muy vorazmente comenzó a arrancar gran cantidad de flores del amado jardín de Irma.

Al cabo de unos cinco minutos, el mago Anselmo tenía su té de floripondio listo en el termo de aluminio.

Yo estaba expectante, sobre todo porque la obra se ponía interesante y no había pagado un peso. La cuestión es que Anselmo bebió como el último día de su vida. Bebió y bebió de su té de floripondio hasta que levantó la cabeza y miró las nubes. Sus pupilas eran gigantes… estaban sumamente dilatadas y comenzó con el baile, parecía una señorita del siglo diecisiete sólo que portaba tachas y prendedor de Joe Ramone. La danza se intensificó y Anselmo comenzó a bailar sobre el tapial de Irma.

Era de esperar… se pegó flor de golpe.

Al parecer esta droga provoca distorsión en la imagen y prolongadas erecciones, tal es así que el joven se enamoró de la preciosa Irma al verla regar un malvón. Que más contarles… Irma aprovechó la situación.

Tercer corto: El arbusto de Doña Chocha


Doña Chocha. La verdad no tengo la más pálida idea de porque le decían así, tampoco se su nombre, la pobre siempre fue doña Chocha.

O el barrio es sumamente irónico o altamente guaso, porque la señora fue siempre una vieja amargada. En verdad, casi, siempre… hubo un momento en que encontré a doña Chocha en su pico libidinal, y ahí me adentro en la historia.

Carmencita, la dueña de la panadería de mitad de cuadra siempre operó como caldo de cultivo de chimentos. Un negocio es el punto ideal para enterarse las novedades del vecino. Sí cambió el auto, sí tiene el traste sucio, sí la mujer es una quisquillosa, sí el nene se llevó matemáticas a marzo y hasta sí al Firulai lo castraron porque estaba muy cariñoso con la Barbie, que es una cachorra de Yorkshire!

En fin, así llegó a mis oídos el rumor de que nuestra protagonista principal estaba algo entusiasmada con Armando, el que corta los yuyos. Es decir, el jardinero de barrio Belgrano.

El hombre tenía por aquel entonces unos cincuenta años, canoso, de piel muy curtida por el sol y el asfalto, ojos siempre brillantes… pero por el vinito.

Carmencita le dio el teléfono de Don Armando a la vieja Chocha con la finalidad de facilitarle sus tareas domésticas. Es que la pobre Chocha estaba más para tejer oyendo a Tesandori que para cortar el césped y podar los arbustos de la casa.

Nuestra vecina en cuestión, es viuda hace muchísimos años, tantos que ya no visita el nicho de su difunto esposo y no tiene fotitos por la casa. Casi podríamos decir que se olvidó de él. Tanto se olvidó de él que cuando el jardinero del barrio comenzó a cortarle el arbusto a doña Chocha, la señora comenzó a vivir su segunda adolescencia.

Chocha le cebaba mates en camisón, se vestía floreada, le tenía la escalera, se pintaba y se arreglaba el pelo, le hacía budín de pan y hasta cortaba el césped mientras Armando tomaba un poco de agua.

Armando, que yo le veía cara de tortuga y era más lento que el caracol, no se avispaba. Pero un día le preguntó. Señora ¿Por qué me llama todas las semanas, sí el pasto está prácticamente impecable?

La señora cerró la puerta que da al jardín con llaves y sacó dos vasos de vidrio y una botella de vino. A los setenta y ocho años murió chocha… Ahora se porque ese apodo. Que barrio morboso!