lunes, 27 de septiembre de 2010

153

Hace cientos días una noche poco especial me golpeó la vida.

El viento sopló del oeste y su cintura aprovechó para escabullirse.

El vino hizo ecos en la tormenta… las ramas quebraron en abrazos.


El camino sólo se fue gestando, con golpes y licores, caricias y dolores.

La historia es sólo nuestra porque la pintamos, de tardes con colores y noches de temores…Novelas de colchones y abrazos enternecedores. Momentos ensordecedores


Hace ciento cincuenta y tres días que te beso… pero hace más que lo deseo.

Hace ciento cincuenta y tres días que te extraño, pero más que te pienso.

Hace ciento cincuenta y tres días que anhelo, pero siempre que te amo.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Escrito nacido de un malestar institucional


Por Emanuel Donati

De vez en cuando la cinta patina en el lugar y uno puede mirarse.

De vez en cuando amigos… no hay que entusiasmarse.

Pero en el relámpago se ve bastante claro, sólo hay que ser veloz para apreciar el campo donde aramos.

Tarde o temprano, uno se da cuenta que la mascara nos toma y cada vez más es difícil de quitarla… cualquier similitud con un film, es pura coincidencia.

Detrás de bambalinas sabemos que la tragedia y la comedia forman parte del mismo peso.

Y que el mismo peso es el que uno le asigna a como nos valoran.

Hay juegos de colores que encubren la hipocresía del parque de diversiones…

Puede haber mil y una letras de apoyo, con dichos armoniosos…

Guirnaldas y afiches, globos y corazones, hermosas decoraciones y momentos de recreaciones…

Pero la evidencia es sonora… Sí se agachan a buscar la moneda, se les cae la corona….

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El reloj sin funcionar...



Por Emanuel Donati
Esos días que el cemento nos ata las piernas y nos impide disfrutar.
Momentos en que el hormigón cotiza nuestras vidas.
Segundos que se gastan en largas esperas de pocas peras.

En esos días en que el camino es el de ayer y el de mañana no se ve.
Momentos en que la agonía le gana terreno a la diversión.
Minutos que se hacen horas de aquellos días y meses.

En esos días que el insulto invade el te quiero y las ganas de jugar.
Aquellos momentos de furia y fuego, más vale huir de la cuidad.
Horas negras de largas esperas que buscan algo que no ha de llegar.

En esos días todos hemos de pasar, por un diablo con su infierno, por un chanta con su cuento, por la calle que es encierro y el dolor al que refiero.

En esos días sólo se siente el malestar, por la culpa de ayer que fue tan lejos que no puedo recordar.

En esos días el reloj, deja de funcionar…

domingo, 5 de septiembre de 2010

Un día de lo más normal



Por Emanuel Donati

Aquel día se despertó por el sonido de su celular. Con un ojo entreabierto y una pereza importante, pudo leer el mensaje de texto. Sonrió, como de regocijo, y se acurrucó en su cama para dormir un poco más.

Aquel día se sentía diferente. Temprano, al peinarse ante el espejo, se notaba bonita, sus ojos brillantes y sus mejillas rojizas. Quizás sea el entusiasmo, dijo para sí misma… pues no tenía quien la oiga.

Sabía que sí hacía las cosas bien, estratégicamente como las había pensado, podía llegar a verlo. Su mente planificaba el momento a gran velocidad.

Al salir de su departamento sintió que era el momento de dar el paso adelante.

Con el cuaderno abrazado y los lentes de sol, caminaba a paso avasallante. Se sentía fuerte, como esas mujeres que muestran los comerciales.

Pero alerta como una gata, no dejaba de repasar los momentos del plan que llevaría acabo. Ubicaba el lugar de encuentro, el manejo de los tiempos, la dirección de las miradas y hasta el tono del saludo.

Al encuentro con su primera compañera de trabajo le hizo sabre de su exaltación. Esta le devolvió un apoyo único, como aquellos que sólo las amigas saben dar. Se alabaron la ropa, el pelo y disfrutaban del momento.

El procedimiento estaba en perfecta ejecución. Todo estaba saliendo como lo había planeado, como ella lo imaginaba. Y a medida que se acercaba el momento un calor crecía por su cuello y erizaba su piel.

Ciento cincuenta y dos días de trabajo habían dado sus frutos y no podían esperar más.

Fue allí cuando ese día tan especial se trasformó en un segundo en un momento como cualquier otro. Se sintió atada. Algo pesaba por sobre sus hombros. Algo que la paralizaba justo en el momento de la ejecución. Ese algo no la dejaba consagrarse ante su victima.

Ese algo hizo que ese martes 12 de agosto, sea un día de lo más normal.

Un día que no haya más que una ilusión para contar.