jueves, 8 de julio de 2010

Fotos - Por Evelin Armoa











El doble

Por Bruno Ferrari

Sucedía de madrugada, cuando un rayo de luz se filtraba en la habitación y entonces todo era confusión.

No podía escapar al influjo de aquella silueta que se desplazaba por las paredes del dormitorio. Reconocía cada borde de su cuerpo en esa figura inquieta. No podía desentenderse de aquella nariz angulosa o esa leve curvatura en la espalda que definía su propio modo de moverse por el mundo.

Entonces las ideas se disparaban en su cabeza.

Al principio intentaba encontrar al verdadero objeto que, bloqueando parcialmente el haz de luz, imprimía sus márgenes en aquella figura siniestra. Pronto se convencía de que la búsqueda era inútil. Entonces se arrepentía de haber bebido aquel último vaso de vino. Pero inmediatamente reconocía que la ingesta de bebidas alcohólicas no producía en su mente este tipo de fenómenos.

La siguiente hipótesis lo atemorizaba más que cualquier otra cosa. Entonces su respiración se hacía entrecortada y sus pupilas se dilataban. Pensaba; -nadie puede desconocer la propia sombra a menos que haya perdido la cordura-. No podía tolerar la idea de estar loco, aún la muerte le resultaba menos cruel que la locura.

Sólo contaba con una alternativa; conciliar los movimientos del propio cuerpo con los de aquella figura. Comenzaba a imitar todos y cada uno de los gestos que lograba percibir. Podía pasar horas intentando seguir una serie de movimientos que parecían extraídos de algún tipo de danza ritual. Sin embargo el final era siempre el mismo. Nunca faltaba el ejercicio masturbatorio previo a la conciliación del más profundo de los sueños.

Al despertar, no lograba reconocer cuanto de aquello había sido vivido en estado de vigilia y cuanto era producto del contenido de sus sueños. Sólo deseaba que en la siguiente noche reinara la más absoluta oscuridad.