sábado, 20 de febrero de 2010

Corazón de limón

Por Emanuel Donati

Me pediste una noche de ojos claros. Te di segundos que se tallaron en mis pasos.
Me pediste de la sangre al deber en una simple mirada. Pero mis crímenes sólo se pagan con ver.
Me llamaste en un silencio al que sentí ceder.
Me llamaste en un compás que ahora no dejo de buscar.
Me llamaste a la guerra y yo busqué la paz.

Pero cítricos sentimientos de acidez estrujan tu alma y no dejan salir la emoción.
Cítricos sentimientos de un corazón de limón.

No quiero la ácida gota de una lágrima que se escuda en la fuerte corteza.
No quiero el vodka sin tu pureza, ni el gin sin tu destreza.
Y no se que quiero detrás de tu belleza.

Y ese sol que arrima la noche.
Ese vestido que prende las flores.
Y ese jugo que es un derroche.

Pero cítricos sentimientos de acidez estrujan tu alma y no dejan salir la emoción.
Cítricos sentimientos de un corazón de limón.

Niña de sedosas pulpas que cierras los ojos y amenazas con la pluma, a un niño de hojas lisas que busca refugio en la tinta de la culpa.
Cítricos sentimientos de un corazón de limón.

Una clase de soquetes

Por Emanuel Donati
Corre la sospecha que la clase media está en extinción.
¿Qué dirán los sociólogos que investiguen su desaparición en un futuro muy lejano? ¿Qué fósiles encontrarán y como edificarán teorías?

Quizás encuentren restos de pensamientos zurdos en casas decoradas al mejor estilo francés… O bien, es probable que hallen fragmentos de libros de cocina casera para salvarse de la invasión del colesterol; sin perder de vista que un botiquín repleto de recetas en forma de pastillas puede ser un buen punto de partida para comenzar a seguir una pista.

Claramente considero que no les resultará fácil a mis amiguitos del futuro, entender la neurosis de la clase media argentina. Con sus particulares proyectos a futuro, sin poder vivir al día…y con sus angustias por traicionar ideales familiares a cambio algún plástico que calma las olas.
Creo que les resultará muy jodido comprender sus políticas de salvar la ecología, cuando sus ojos brillan por prendas de vestir que lucen el más exótico de los plumajes.
¿Qué pensaran de sus grandes posibilidades de comunicarse entre si, pero sin entenderse en lo más mínimo? ¿Y de importancia de cambiar el auto?

La clase media argentina padece de enfermedades que le son inherentes; como la alergia al “negro cabeza con pantalones tres cuartos” y la “fobia al falopero”. Pero no dejan de combatir sus virus con canciones que hablan de la unidad del pueblo y de la esperanza de nación ilustrada.

La clase es media porque arranca de la planta de los pies y quiere llegar a al vientre, y allí enquistarse cual burgueses. Ese es su sueño, pero ignora que alimenta su caída votando las políticas del “sálvense quien pueda”.
Propongo titularla clase de soquetes y me voy; estoy delirando y comencé a estornudar porque hay gente “fea” por acá.

lunes, 15 de febrero de 2010

Ojos de niña en cuerpo de mujer


Por Natalia Belli

Los cuentos quedaron sobre la mesa esperando a ser leídos…
en esa tarde, nunca igual a cualquier otra.
Fue esa inocencia, la que nunca jamás regresó.
Eran los juegos, eran las risas…
Era la infancia misma la que había quedado ahí, detenida,
como esperando a que ella regrese otra vez a jugar,
como pidiendo todavía un poco más,
como gritando “¡quédate conmigo!”.

Las muñecas y las cartas, y ese maldito cuaderno
lleno de notas musicales.
Todo quedó atrás,
ella los había abandonado.

Ya no recuerda si en esa tarde el sol brillaba
o si las nubes lo opacaban…
No recuerda las palabras de mamá y papá,
ni tampoco la comida que ese día disfrutó.
No recuerda su tarea,
Ya no sabe a que juego jugó ese día…
Lo único que le queda es el recuerdo de unas manos en su cuerpo
y unas palabras que nunca hubiera preferido escuchar.

¿Y si alguien hubiese abierto esa puerta?
¿Si alguien la hubiera salvado?
Ella no podía soltar el grito
y lo contuvo por años, en silencio.

Su mirada se alejaba de ese lugar que todavía la esperaba,
quería y no podía volver…
Nunca nadie entendió lo que decían sus ojos,
y nunca nadie se tomó la molestia de atreverse a escuchar.

Si alguien, tan sólo alguien, la hubiese mirado…

Ella quedó ahí, inmóvil, detenida,
sin ninguna certeza más que esas manos que habían estado en su cuerpo;
y ese miedo, y esa vergüenza que sentía
que la empujaron a marcharse lejos.

En ese mundo lleno de colores, lleno de inocencia,
no había más lugar para ella.
Ese mundo que decía esperarla a que regrese,
en realidad, ese mundo, no existía
había muerto junto con ella.

En sus ojos quedaba el miedo…

Fueron las miradas ajenas las que le hacían sentir que era una extraña.
Fue el deseo de venganza el que la mantuvo con vida.
Fue la resignación, la impotencia, el grito contenido, el silencio, las manos, la puerta que se cerraba, las palabras asquerosas al oído, el miedo, la culpa, el asco, la ira…
Fueron los años…

No harían falta más razones para explicar por qué sus ojos quedaron ahí,
esos mismos dos que gritaban en silencio,
los mismos que quedaron ciegos de tanto ver,
los mismos, que nunca quisieron crecer…

¿Y si alguien hubiese abierto esa puerta?

“Ojos de niña en cuerpo de mujer”

jueves, 11 de febrero de 2010

Los hermanos Pastilla



Por Emanuel Donati


Estos tres hermanos recuerdan bien su infancia, no muy feliz, pero siempre con la mano de Perón que ayudaba. No eran chicos carentes de dinero, ni de valores éticos y morales, sino más bien huérfanos de retórica.
Los argumentos de su vida siempre dependieron de la cotización del corazón de su madre, que por cierto, era bastante costoso de pagar. Día a día el mercado cerraba en alza y ellos sin papel moneda no sabían que teoría barata comprar.
Un jueves de mes patriota, el más grande de ellos entra a la galería del cuartel, fría y muy pisoteada, como su madre pues…. Una foto del General miraba desde alguna oficina con la puerta entre abierta, mientras la música de los borsegos y las maquinas de escribir reglaban el ritmo de sus pulsaciones.
No tardo tanto en alistarse al servicio, sin servir a nadie. Meses después fue premiado con una medalla por su labor en la Antártica Argentina, donde rescató a la última pingüina emperatriz. Dos años más tarde, es nombrado capitán, pero su vientre ya no era el mismo. Lentamente comenzó su adicción a la buscapina compuesta (de amor y odio) que calmo la ansias de su abdomen preguntón. Siguió su vida con la cara sin mueca y la receta en la riñonera.
El hermano del medio también compró la misma formula de éxito nacional. Tras camuflarse para conquistar ese imperturbable témpano que la madre portaba en su pecho y ser detectado por los radares de la antipatía, emprendió su apoyo a los Estados Unidos, empresa que lo condecoró por colaborar en la guerra fría. Su regreso, encontró al general consumiendo sertal compuesto (de rencor y anhelos) pues su estómago se congeló por no sentir el vapor de las aguas termales.
El más chico… siguió el ejemplo de los mayores, no quiso aprender otro culto que el de la rectitud y la raya al costado. Es cabo y mata blisteres de aspirinetas… quién sabe que sabor tiene esa madre que no tiene conmoción.
El capitán buscapina, el general sertal y el cabo aspirineta ya no buscan la razón de ese impávido corazón.

jueves, 4 de febrero de 2010

Videoteca

NACIDO PARA MATAR
DIRECTOR: Stanley Kubrick




EL GRAN PEZ
DIRECTOR: Tim Burton


Arrimad la ventana

Por Emanuel Donati

Hay días que la calma habita en el palacio. Son días de poco brillo, pero de una brisa reparadora.
Días que nos ponen a pensar en la fragilidad de las cosas y el sentir de las personas.
Días en que la nostalgia hace eco por cualquier rincón de nuestro cuerpo y nos enroscamos en una sabana a cruzar nuestros dedos.

Quizás es lo mejor que pude hacer hoy, además de oír su música, leer mis cuentos y peinar mi perro…
Quizás es la triste impotencia de un corazón tibio; o el tibio impulso de un corazón en llamas.
Quizás sea mejor hacer algo… un martini con coca no vendría mal.

Además aparecen mis viejos amigos con nuevos vestidos…y mis viejos fantasmas también a la moda.
Además los tatuajes son para siempre y las mujeres no tanto.
Además; hay más…

Hay perfectas y sedosas. Calladas y fogosas.
Hay solteras pero no al tanto, y vírgenes dedicadas al canto.
Hay muchas que elegir y pocas con quien fingir.
Hay días que la calma habita en el palacio. Son días de poco brillo, pero de una brisa reparadora.