jueves, 27 de agosto de 2009

¿Qué cantamos?

Por Gonzalo Garay
No es seguro que los pájaros canten. Quizá escuchamos sus sonidos con nuestro oído de humano cantor.
No sabemos cuando el Hombre empezó a cantar, pero es posible que haya ocurrido al mismo tiempo que empezó a hablar.
La materia que vincula estas dos acciones es La Voz.
Decimos "la voz de tal o cual persona": la consideramos, entonces, una parte de ella, del cuerpo de ella. Una parte del cuerpo que se desprende, se separa y se pierde y, sin embargo, es en ese único momento que podemos decir que es su voz.
La voz es el vehículo de la palabra, pero para lo que ella -la palabra- nos hace saber, la voz no es necesaria. Cualquier código, gestual o escrito, sería suficiente.
La voz tiene la propiedad de entonar, de crear tensión en la palabra, tensión que a su vez no puede ser explicada por la palabra misma.
La tensión, la entonación se independiza de la palabra y cobra vida, una vida que carece de significación propia, que le debe ser dada por quien la escucha y no se ajusta al código de los signos. Por el contrario. Lo rompe.
Crea con frecuencia malos entendidos porque el tono desmiente lo que la palabra parece afirmar. Induce el enojo, el amor o la tristeza, la seducción, o la fascinación más indecorosa. La voz será entonces dulce, imperativa falsa o tonante.
En la entonación del canto resuena nuestro propio tono. De esta conjunción nace el temperamento, que quiere decir "combinación adecuada"; solo que la adecuación siempre falla. No exista la clave de lo bien temperado. Hay solo arreglos; de eso se ocupa el arte, en general, y por supuesto el canto.Los seres humanos cantamos para arreglar un desarreglo congénito, irreparable, que sin embargo nos hace humanos; desarreglo que resulta de la inadecuación entre el oscuro y abismal deseo materno y nuestro cuerpo apresado en un erotismo extenuante, inflado hasta el borde del estallido por querer ser aquello que a la madre le falta. Por ser nada.
Así, es prohibido nuestro goce, es decir lo insoportable de un erotismo enloquecedor, gracias a un padre. La convergencia del Deseo y la Ley sobre el objeto de satisfacción, hará que la Ley indique como deseable al mismo objeto que prohíbe. Pero la ley no puede prohibirlo del todo, y el resto insepulto de la pulsión, que no desaparece, es utilizado en la creación de la obra. No hay sublimación pura.
El combate entre el deseo y la Ley es causa de nuestros síntomas. Del amor al padre y la necesidad de su asesinato. Un poco de insatisfacción, un poco de satisfacción.
¿Pero es siempre así?. No. Muchas veces nos encontramos mirando un prado verde y florido; palpando la caricia de la seda, canturreando.
Otras, una compulsión nos impone una melodía una y otra vez de manera estúpida.
El niño que balbucea no lo hará bellamente pero sí de manera que suscita simpatía. Es un pequeño artista. Todos lo somos casi siempre y en esa creación que es el acto de cantar, por ejemplo, aunque no hayamos inventado lo que cantamos sí inventamos el camino, a pesar nuestro, por el que encontramos con placer aquel horror de la contienda infinita entre la desaparición en el llamado materno y el auxilio prestado a tiempo por un Padre.
El que canta representa con su canto lo irrepresentable de aquella Nada incestuosa y lo imposible de perderse en ella por culpa y gracias a un Padre.
Nadie canta si no tiene inscripta la instancia de la letra en el Inconsciente. Si no, lo haría como los pájaros o los loros por puro mimetismo.
De esta manera la escritura es anterior al canto como lo es anterior al habla.
El sonido del habla es primeramente reprimido haciéndose letra inconsciente. Su retorno elude el sentido de las palabras, es decir la huella del Padre.
Emerge como imagen musical que nos muestra al oído lo que fue la demanda de la madre: de que nuestro cuerpo respondiese por lo que le falta.
En la insólita aria para soprano de la Gran Misa en Do menor de Mozart: "Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex María Virgine, et homo factus est." "Y fue encarnado por el Espíritu Santo de la Virgen María y fue hecho hombre", la palabra "factus", "hecho", señala el tiempo de gestación de Jesús por Su Madre. Esta palabra es descompuesta en "fa" y "ctus". Pues bien, el fonema "fa" es cantado sobre la vocal "a" en, quizá, uno de los más largos melismas de la historia de la música. Uno de los más extensos Goce de la Madre jamás escrito. Éste se interrumpe al sonar el padre en la consonante "c" de "ctus".
Podemos gozar como melómanos en el punto en que la belleza nos hace barrera velando el objeto y separando al sujeto de padecer la demanda de perfección fálica de la madre.
Hay una independencia notable entre la letra poética y la música propia del canto. En principio, como dice Borges, (porque sigue diciendo)... "Estoy seguro de que lo mas importante no es la metáfora ni el argumento (de un poema), sino la cadencia de una frase". Cita un verso de Lugones:
"El jardín con sus íntimos retirosDará a tu alado ensueño fácil jaula".
Borges subraya que no es el sentido del poema lo importante sino la música de la frase "fácil jaula".
El goce de la música y el canto, por supuesto, están más allá del muro del lenguaje.
La música y el canto carecen de sentido; o mejor dicho, cualquiera puede ser el sentido; y esto es lo que hace de la música el remanido lenguaje universal.
Por supuesto que no está referido a la difusión del sistema de escritura, a su notación, sino más bien al goce que produce, que no tiene patria ni credo. Si embargo, el goce tampoco puede compartirse porque ¿Quién podría decir que su goce fue semejante al de aquel otro si no hay palabras que puedan precisarlo?. Sólo podemos deshacernos en expresiones vagas de satisfacción o crítica. La "relación Estética" no existe.
Pero entonces ¿Qué nos hace gozar de la música?. ¿no tiene que ver acaso con lo que llamamos "fraseo musical"?.
Las "indicaciones de fraseo" son las referencias a las que se ajusta el Goce: ligaduras, cesuras articulaciones, respiración, silencios, en los que se presentifica el silencio pulsional.
¿No es este fraseo lo que nos hace gozar?.
La escritura fue en principio consonántica; carecía de vocales que fueron introducidas por los griegos.
No es posible cantar solo consonantes, la misma pronunciación de cualquier consonante requiere de vocales. No hay canto consonántico. Sería incantable. Sí existe el canto predominantemente vocálico; el canturreo, por ejemplo; aunque siempre acompañado de una consonante. El "la, la, la".
El canto de una vocal, la vocalización, de manera sostenida es lo que se llama melisma que quiere decir "canto".
¿No nos enseña el canto lo que fue el paraíso perdido por la vocalización primera?. ¿No es el placer melismático la representación del irrepresentable goce que habría sido?.
Que habría sido si no hubiese intervenido un padre.
El canto, el melisma vocálico, se interrumpe y esta interrupción es oficio de la función paterna. La intromisión de un consonante que sigue a la vocal interrumpe el canto.
¿No nos muestra este corte consonántico, en su imagen acústica la prohibición del goce vocálico incestuoso?.
En la imagen acústica del placer vocálico y su interrupción podemos reconocer la matriz originaria del canto. El Incesto y su Prohibición. Correlativa del habla es, sin embargo, portadora de un placer que no proviene de ninguna escritura paterna. En este sentido no es sintomática.
La escritura, la notación musical, es una cuestión diferente al Goce Estético de la música que no cesa de no escribirse. Si no fuese porque cesa de no escribirse. A veces...
Resultado de la Pulsión, el Goce Estético pierde, sin embargo, el efecto de su sexualización, no produciendo por ello goce sexual alguno. Los vaivenes del cuerpo olvidado reaparecen, meciéndonos, con movimientos que son más propios de la cuna que del coito.
La letra de la música no es importante para la música más que para ofrecer los puntos melismáticos y su interrupción. Por el contrario la música inventa un modo de "decir" la palabra. Es impregnada de un goce que transforma el sentido de la misma. No se trata de un nuevo sentido, sino de un goce que no es sin ella; se trata de un goce suplementario. Abierto a cualquier sentido e imposible de acorralar con escritura alguna que no sea la propia. Cada uno frasea como le place. Por ello en el canto de muchos, el canto coral, es necesario que el modo de fraseo sea elegido por el director quien lo hará según complejas marcas que dependen del compositor, la época, y su propio deseo, que harán a lo que se llama interpretación.
En rigor de verdad la música ya es interpretación. Interpretación de una contienda.
El cierre de esta interpretación depende de cómo el que escucha, tiene representado su propio "canto". El "me transporta". El "dejarse llevar" por la música. ¿Adónde?. Al vacío, de donde será rescatado por la próxima frase musical. Se tratan de las vicisitudes de su propia sublimación.
Es decir goza de la sublimación que escucha según su propia sublimación. Esto hace que el goce del canto sea singular.
Una sublimación que escucha y lee otra sublimación. Cada uno lee la sublimación que percibe con su propia sublimación escrita en el Inconsciente, que evoca en nosotros la imagen de cómo fue nuestra manera de resolver la beligerancia de los primeros hechos impresos en el fantasma. En última instancia de cómo pudimos rodear un vacío.
Diferente del Goce Femenino, el Goce de Cantar no conduce al orgasmo, si bien su raíz es sexual. Es diferente del Goce Místico en el que predomina la importancia del nombre. Nombre que se abandona en el orgasmo femenino.
En la Sublimación la pulsión en vez de volverse sobre el cuerpo y erotizarlo lo hace sobre la obra. El "cuerpo" de la obra no es un cuerpo erógeno. Por el contrario, es un cuerpo vacío que es el cuerpo olvidado como consecuencia de la represión primaria.
El nombre en la obra es la firma del autor, el que la ha hecho. Se trata, también, como en los goces anteriores de una Supleción; como se dice de un suplemento de un diario. No agrega nada ni remplaza. Tiene otro carácter.
El autor que firma su obra con el patronímico lo desdobla haciendo de éste un nombre nuevo que ya no es del padre sino propio. Se forja un nombre.
Tal es lo ocurrido con Juan Sebastián Bach. Familia de mas de trescientos músicos, supo hacer que su nombre perdure trescientos años y continúe.
Bach firmaba sus obras con el trazo de su pluma; pero también haciendo música de su propio nombre sirviéndose de la suma de los números de las letras de su apellido = 14. Según la tradición cabalística. El Coro 63 bis de La Pasión Según San Mateo lleva su firma cuando los bajos cantan: "Verdaderamente Éste es El Hijo de Dios". 14 notas. No es casualidad dado el predominio del número 14 en su vida.
También hace música con las notas que sus letras significan en el alfabeto musical alemán: Si bemol, La, do, Si.
Su última fuga, la fuga B.A.C.H. del Arte de la fuga es su última obra. Murió mientras la estaba componiendo. ¿Este retorno de la imagen musical a la primera imagen musical del cuerpo, no ausenta al sujeto de su obra, reuniéndolo con la Pulsión de Muerte?. Esta autoreferencia a su propio origen es... Nada.

domingo, 23 de agosto de 2009

El artificio

Por Emanuel Donati
Al ser bufoneado por haber pedido alguna manifestación artística a gente conocida he decidido redactar el siguiente descargo. Ante mi humilde ofrecimiento de un espacio para publicar cualquier tipo de expresión de arte me contestaron sí me era de utilidad alguna foto de Bochini. Insisto nubladamente ante este peculiar personaje oriundo de una localidad en la que reina un mutilado animal, pero percibo muecas. Tras un breve período de hegeliana reflexión pongo sobre la mesa la sangre que es la tinta y el papel que es piel de esta creación.
Desdichando el dicho de este personaje pude hacer un trabajo de oírlo, pensarlo y re flexionarlo.
El fútbol es arte. Lo es por ser hijo de una cultura; lo es por ser el gol un momento de éxtasis emocional comparable a cualquier fotografía que refleja casi la perfección natural; lo es porque cada gambeta dibuja en el césped una pincelada de vértigo; lo es porque la técnica es imprescindible en el buen trabajo; lo es porque el fútbol se juega por uno y para otros…Lo es porque el roce de la pelota en la red es comparable a la caricia de la tinta sobre el papel.
El arte de hacer fútbol, es un oficio que nos obliga a tener en consideración al semejante para poder progresar individualmente. Es un ofició cuya principal herramienta es una pelota de cuero y caucho, pero que no cualquiera puede manejar. Ésta debe ser respetada, bien tratada y ante todo bien cobijada.
La crianza de un niño se ve reflejada en toda declaración artística de este como sujeto, tal es así que nuestro fútbol de hoy padece los malestares de toda sociedad capitalista y consumista. Hoy compramos un artificio, mezcla de arte, oficio y toda una serie de ficciones sin las cuales pareciera que el fútbol no sirve.
El botín de este, la casaca del otro, la velocidad de aquel pero la pegada del europeo, la supermodelo y el coche, los euros y los petrodólares.
¿Volverá la pelota a ser la protagonista de esta historia? ¿O preferimos vivir sabiendo que por lo que rompemos nuestras cuerdas vocales no es más que otra gran mentira sin la cual no podemos gozar?
Como arte, el fútbol sostiene la pasión del hombre, no lo ensuciemos con promesas hedonísticas, que es más complicado solucionar una miopía de grande que cuando uno es pequeño.

lunes, 17 de agosto de 2009

Un reloj sin agujas

Por Emanuel Donati
El hombre de bigote y bastón no solo hace parábola de la industrialización sino que se toma un té de finas hierbas con Jaques Lacan, si bien este último prefiere el café. Ambos charlan sobre el reloj, su mecánica y su influencia en las masas populares.
Con zapatos de punta, Jaques afirma que el crío humano es un engranaje del aparato, que no funciona sin otro par de engranajes que lo sostiene…pero con cierta movilidad. Insistentemente le explica al bigotudo que la neurosis es creer que en la promesa de ser un engranaje libre, pero cuando el crío humano se cae del aparato se ata a la primera cuerda de auxilio para no abismarse.
Ya muy nervioso y moviendo el bastón, el hombrecito revoluciona con su grito de cine mudo, explicando que la clase obrera reza por no saber leer su sometimiento.
El analista grita envido teorizando sobre un sometimiento estructural, pero el hombre a blanco y negro se niega a aceptarlo por creer que es una mentira conformista.
El péndulo del Casio chino de la pared del Liverpool bar se mueve pasando la palabra a uno y a otro. Se respetan, pero no se entienden.
Uno toma notas con una mano y el otro no lo hace. Sin embargo, ambos tratan en tema del tiempo y consecuentemente del espacio. Uno habla de rodaje y escena, el otro de espejos y ventanas, pero no respetan al viejo Casio…lo consideran pretencioso y muy bien alineado. Ellos prefieren abocarse al tema de lo natural, que también nos marca con sus ritmos y precipicios.
Pasan infinitos e incontables segundos charlando siempre sobre lo mismo; Lacan y Chaplin piensan igual pero beben diferente.

Llueve sobre mojado - La cofradía del santo reproche

sábado, 15 de agosto de 2009

Poner las manos en el fuego vale la pena

Por Emanuel Donati
Dada mi dificultad para pensar el modo de abordar el presente trabajo y una revisión que he dado a textos analíticos, más puntualmente en relación a la dirección de la cura, me asaltó un interrogante: ¿Estamos tan acostumbrados al amor que nos cuesta pensar situaciones en las que el odio sea protagonista?
Mi dificultad para abordar diversas circunstancias en las que la amenaza y sus modos de expresarse nos de tela para cortar en un análisis no es criterio suficiente para responderme. Un recorrido por los conceptos trabajados en el seminario y por algunos textos de Freud, me han dado la posibilidad de pensar que hay conceptos que no pueden ser dejados de lado, conceptos que son magma a la hora de desplegar la cura analítica, independientemente de la estructura. Como tales, nos queman en las manos y ante determinadas situaciones pecamos al dejarlos de lado y no ser tomados en consideración a la hora de “poner las manos en el fuego”.
Acorde a la consigna desplegada para realizar esta monografía, me parece de suma relevancia realizar un repaso por determinados conceptos que ayudaran a responder los interrogantes planteados:
¿En que registro queda escrita para el analista la amenaza?
¿Cómo será el devenir de la regla de abstinencia?
No olvidemos el kaos originario del que Freud nos instruye, sitio donde nos arrima al concepto budista de nirvana, espacio donde existe la muerte no sufrida, sitio en que es puro desorden y que da lugar a pensar la anterioridad del odio por sobre el amor. Pero cuando ingresamos a hablar del odio y sus manifestaciones, estamos en un campo en que eso estructural ha sido historizado, las modalidades de odio se pueden historizar y esto se da tras una organización de lo Real. Justamente le vemos la cara a este anillo lacaniano cuando ese odio constitutivo del sujeto hablante no puede ser historizado, y nos vemos atrapados en angustiosas situaciones, o bien en escenas en que el pasaje al acto puede hacerse protagonista de la historia.
Considero que escribir la amenaza es un trabajo de asimilación; es un trabajo en el que los sentimientos hostiles hacia la figura del médico - analista merecen ser considerados y por tanto autorizados a ingresar para poder ponerse en juego en la transferencia.
En consideración del material trabajado en el transcurso del seminario puedo agregar que, si bien la amenaza puede presentarse en toda una serie de formas y matices, la posición del analista ante esta no ha de ser de una “atenta espera”, la del resguardo de la contratransferencia, debido a que la misma no tiene una disposición cronológica de aparición respecto los sentimientos tiernos que hacen a la transferencia positiva. Por lo cual, me hace eco la frase “el analista siempre llega tarde a saber sobre la transferencia negativa”; a saber, no es la función del analista atrapar y combatir el odio, ya que esta atrincherada postura obstaculizaría al analizante el despliegue de cierta dimensión donde la transferencia negativa brindaría la posibilidad de avanzar en la singularidad del caso.
El llegar tarde por parte del analista puede hacernos entrar en consideración de que el registro de la amenaza recae por sobre la percepción inconsciente, el no recuerdo, aquel campo donde la percepción de tal intimidación recibida no encuentra traducción en palabras. Sin embargo, para no entrar en confusión respecto de los roles analista - analizante, cabe recordar que los sentimientos hostiles que son vivenciados por el médico en transferencia son un artificio del dolor sufrido por el paciente, a saber, el lugar del psicoanalista es el lugar de objeto que el paciente fue para determinado Otro. El golpe recibido en análisis, es el golpe de ese odio que estructuró al sujeto en cuestión. ¿Cómo no ser golpeado por el odio cuando este es constitutivo del sujeto?
Que tal amenaza quede fijada al registro de la transferencia necesita de la posibilidad que le da el deseo del analista de ocupar ese lugar que el paciente le brinda. Lugar de ser objeto de toda una serie de sentimientos tantos tiernos y cariñosos, como cargados de un pesado odio, en cualquiera de sus facetas.
Sí odio, miedo, humillación, así como también la venganza nos conducen al encuentro con el lugar de objeto que el sujeto era en su infancia, entendamos que es allí donde algo sumamente transferencial se esta poniendo de relieve y que es un deber ético del analista quemarse en ese espacio que el paciente esta reviviendo. Es su modo de explicarnos su padecer. Esta posición transferencial supera a la del sujeto supuesto saber, y nos encamina a una transferencia donde el objeto y su forma toman suma consideración.
Salvando algunas distancias que hacen a la técnica de diversas escuelas analíticas, Paula Heimann, entre otros representantes de consideración kleniana, sostiene que el psicólogo debe tomar como guía el interpretar sus sentimientos contratransferenciales.
Por tanto hay que apostar a darle una posibilidad al despliegue del odio en el encuadre de una transferencia negativa, sin la cual un análisis no produce rupturas y consecuentes avances. El odio hacia la figura que el psicoanalista ocupa es material de trabajo y como tal merece la posibilidad de ser interpretado y construido. Interpretado porque considero que el odio se puede hacer presente en toda una serie de formaciones del inconsciente que el analista desanudará: chistes, lapsus, fallidos, sueños. Construido en tanto ese material pueda ser puesto a trabajar dentro de una neurosis artificial, intentando combatir la pura repetición del paciente.
Ahora bien, ¿Cómo responder? ¿Qué es ese deber ético que hace a la posición del analista? ¿Qué hacer ante este registro de amenaza, de odio que se juega en el encuadre de una terapia? ¿Cómo regula un analista sus intervenciones?
La abstinencia juega ahora su papel más de desafiante.
En 1918 Freud escribe “Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica” donde nos comenta el estado de privación en que debe ser sostenida la cura, si bien rápidamente nos aclara que la abstinencia no debe ser entendida al estilo fisiológico. La abstinencia nos compromete como analistas, en tanto:
· No debemos olvidar que la transferencia como tal nos brinda un terreno fértil para cosechar demandas del paciente, pero justamente la regla de abstinencia nos da la pauta de que el médico debe denegarse como satisfacción sustitutiva. El lugar de supuesto saber que el paciente deposita transferencialmente sobre la figura del médico debe ser aprovechada en pos de un trabajo de elaboración del propio padecer neurótico, y no actuar desde el lugar de Otro repleto de respuestas, que coarta las posibilidades productivas del paciente. No nos transformemos en un seguro contra todo riesgo que el neurótico corra.

· Por otro lado, el analista no debe plasmar con sus ideales el destino del paciente, ¿Quiénes somos nosotros, los analistas, para formar a “imagen y semejanza”? ¿Cuan sádicos podemos ser al pretender que “nuestro” paciente sea parte de una raza fuerte y sana? Hay muchos conceptos que distinguen al psicoanálisis, pero creo que nunca debemos perder de vista que Freud comenzó a hablarnos del deseo y de toda su implicancia. No estoy justificando desgracias y males sociales a costa de la palabra deseo, sino que estoy poniendo sobre la mesa que nuestro trabajo conlleva cierto respeto abstinente ante la aparición de un sujeto deseante.

Mejor concentrémoslos en la postura masoquista que nos asecha. Más allá de la regla de abstinencia, no hay una legalidad que regula el proceder del analista, ya que si así fuese este se ubicaría en el lugar de A; por el contrario el lugar del analista es el de carencia de Ser: objeto a
Ahora bien, siguiendo con los conceptos que considero de suma relevancia hay uno que me gustaría darle este estatuto. Transformar la palabra “crianza” en concepto es darle, a mi parecer, la altura que se merece. Me pregunto, ¿De que se alimenta un hijo cuando su padre pasa los semáforos en rojo? ¿Qué registro de legalidad se habilita en un niño que sabe que su padre vive el día a día trasgrediendo toda norma simplemente para poder vivir dentro de un sistema? ¿Se equivoca el político que pintó cerca de mi casa un graffiti con el lema “cuando hablan los niños, habla el pueblo”?
Sobre estas problemáticas me parece que el concepto de crianza puede dar en el meollo del asunto. Un libro titulado “La religión en la época de la muerte de Dios” me transporta a Kirilov, ese personaje de Dostoievsky que afirma que “si Dios no existe, todo esta permitido” y por tanto el orden pre jurídico organizador de escenas que hacen a una cultura está quebrado. Este orden pre jurídico es y ha sido a lo largo de la historia de la humanidad, de orden teológico. Esta legalidad armada como mito se trasmite de generación en generación, se dona de padre a hijo, y los niños se alimentan de esta figura legal que su mayor puede sostener. ¿Qué pena puede recibir un sujeto que no registra un orden pre jurídico socialmente establecido?
El concepto de crianza toma importancia en tanto hace valer que el ser humano se estructura en el campo del la palabra del Otro. Por tanto, la fantasmática en transferencia despliega un abanico de modalidades en las que articula el odio, con sus peculiaridades de humillación y venganza, que son dirigidas a otro o bien a la propia persona (ruptura narcisista). Nuestro trabajo como analistas es elevar el pasaje por la simbolización, lograr una posición subjetiva tal que pueda sostener un sujeto en el campo de la palabra en lugar de tapar su boca con pastillas. De esta manera hay un compromiso social desde nuestro campo profesional, un compromiso con la crianza, pero sin ser juez de nadie.
Cabe agregar que habría una tendencia del ser humano por buscar la muerte, la quietud, el rasguño de lo real que resquebraja el principio de realidad freudiano y nos deposita de lleno en el malestar. Considero que puede encontrase modos de acercamiento a un real que no enajenen al sujeto de la totalidad de su vida social. Claro ejemplo de esto son las diversas manifestaciones artísticas que un sujeto hablante puede expresar.
Jackson Pollock es un pintor estadounidense que se relaciona con el
surrealismo en la medida en que su obra se basa en una escritura automática que pretende reflejar fenómenos que tienen lugar en el interior del artista. Tras ser interrogado acerca de cuándo consideraba que una obra estaba finalizada, supo contestarle a la periodista: “me doy cuenta que mi obra está finalizada de la misma manera que usted se da cuenta que ha tenido un orgasmo”. Con este ejemplo quiero resaltar que el arte es la posibilidad de un pasaje por el destierro de lo real, pero sin llegar a puerto por completo.
Concluyo que los conceptos trabajados, como son el de contratransferencia y el de abstinencia, son pasos importantes para afrontar situaciones en las que el analista se lee amenazado, sin poner en peligro la continuidad de la cura por el apremio personal y haciendo que la terapia “valga la pena”.

miércoles, 5 de agosto de 2009

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Excentrica obra que concentra filosofía, psicología y sociologia. Contextuada en los arbores de una Bohemia que vive los conflictos de la invasión sovietica sin desconcer las particularidades de los sujetos que viven este conflicto politico.
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sábado, 1 de agosto de 2009

Videoteca

ESCRITORES DE LA LIBERTAD
Director:Richard Lagravenese



TIEMPOS MODERNOS
Director: Charles Chaplin



UNA MENTE BRILLANTE
Director:Ron Howard



DERECHO DE FAMILIA
Director: Daniel Burman